El porqué de este blog.

Con mi algo de experiencia profesional en comercio internacional y algo más en el uso de la información que se hace en este campo, quiero recoger en este blog aquellas opiniones, argumentaciones o diagnósticos que nos aporten más conocimiento en materia de IEI.
Y continuar así mi recorrido por la Inteligencia Económica que empecé allá por 1996, en París.

Estoy convencida de que la Inteligencia Económica Internacional es una potente herramienta para reforzar la competitividad de las empresas españolas, de los profesionales y de los expertos públicos o privados en el campo del comercio internacional.

Espero compartir opiniones, debates y propuestas, siempre con un enfoque abierto a los escenarios globales.
Y no sólo en este blog: espero también en ASEPIC, Asociación Española para la Promoción de la Inteligencia Competiva, de la que soy socio individual (www.asepic.com.es).

Inés Robredo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Rato en la Fundación Rafael del Pino: reflexiones globales - sept. 2009

Fuente:
http://www.abc.es/20090916/economia-economia/rato-pide-nuevo-espiritu-20090916.html

Rato pide un nuevo espíritu reformista contra la crisis

CARLOS MANSO CHICOTE | MADRID
El ex ministro de Economía y ex director general del FMI, Rodrigo Rato, reivindicó ayer durante una conferencia en la Fundación Rafael del Pino un nuevo espíritu reformista para salir de la crisis ante lo que denominó como una «nueva realidad», en la que será «difícil» la vuelta atrás.
En este sentido, consideró que no sólo debe de haber un cambio económico sino también conceptual, es decir, «de la ideología económica». Una «nueva realidad» con los países emergentes como grandes protagonistas que, en opinión de Rato, prácticamente coparán el crecimiento económico global durante los próximos dos años. Incluso, llegó a hablar del «mundo del G2», dominado por China y Estados Unidos.
Rato justificó también la intervención pública en la economía, refiriéndose a las medidas de gasto público aprobadas por los diferentes gobiernos, para reactivar la actividad económica y el sistema financiero. No obstante, subrayó el riesgo de endeudarse en exceso para financiarlos. Así, pidió «habilidad» a la hora de gestionarlos y especialmente de retirarlos.
Reconoció que el problema ahora es saber cómo y cuándo el sector público debe abandonar los incentivos y celebró encarecidamente no tener que tomar él la decisión. También recordó que en la Gran Depresión del 29 se cometió el error de retirar los incentivos demasiado pronto, lo que provocó una recaída.
A pesar de la intención de muchos de los asistentes, Rato evitó las referencias directas a España, pero la actualidad nacional sobrevoló en no pocas de sus reflexiones. Preguntado por el futuro rol de la construcción en el modelo económico nacional, el cerebro del milagro económico del Gobierno de Aznar dijo que no es un sector de que sea «fácil prescindir». En otra clara referencia a España consideró que «un paro elevado es una forma brutal de mejorar la productividad», pues se obtienen los mismos recursos con menor coste laboral."

Más información:
- http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=131252
- http://www.fundacionrafaeldelpino.es/inicio.asp?canal=1&menu=1,161,226&enlace=visorpagina.asp?cod_pag=252
- http://www.libertaddigital.com/economia/rato-el-mundo-puede-sufrir-una-nueva-burbuja-por-la-deuda-pulica-1276370634/

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Al hilo de la mención que también hizo Rodrigo Rato al G-2, un artículo de opinión de Henry Kissinger en Abc, el 16 de septiembre 2009
http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20090916&idn=1024162936874

Estados Unidos, China y el nuevo orden económico

Durante la cena que puso el punto final al diálogo estratégico y económico a nivel ministerial celebrado en Washington hace poco, los cuatro responsables de Unidos y China manifestaron su intención de cooperar con una vehemencia que no había visto en los casi 40 años transcurridos desde 1971, cuando los dos países reanudaron los contactos. Y es bueno que fuera así, porque en la próxima década verán su visión y capacidad de adaptación radicalmente desafiadas.
Según están las cosas, el diálogo anual se centra inevitablemente en los problemas del momento. Por útil que sea esto, el principal problema para una relación que el presidente Obama ha descrito como igual de importante que cualquier otra en el mundo es encontrar un punto de vista común con respecto al nuevo orden económico.
La suposición de que el final de la recesión restaurará el sistema económico global conocido pasa por alto la agitación psicológica y política que ha tenido lugar. Una inmensa marea de liquidez, unida al apetito de Estados Unidos por los bienes de consumo, despachó una ingente cantidad de dólares hacia China, la cual, a su vez, nos los prestó después para que pudiéramos comprar más. Antes de la crisis, China había enviado montones de expertos a Estados Unidos e invertido en las principales instituciones financieras estadounidenses para aprender los secretos de un sistema que parecía generar un crecimiento mundial permanente con poco riesgo.
La crisis económica ha hecho tambalearse esa confianza. Las autoridades económicas chinas han visto cómo el sistema financiero estadounidense sometía a fluctuaciones posiblemente catastróficas toda una década de ahorro chino. Para proteger el valor de su inversión en bonos del Tesoro estadounidense y sostener su economía impulsada por las exportaciones, China se ve obligada a mantener la mayor parte del billón de dólares que tiene en bonos.
La consecuencia inevitable de esto es ambivalencia tanto en China como en Estados Unidos. Por un lado, las dos economías dependen cada vez más una de la otra. A China le interesa en gran medida una economía estadounidense estable y, preferiblemente, en expansión. Pero también le interesa cada vez más reducir su dependencia de las decisiones estadounidenses. Puesto que la inflación y la deflación estadounidenses se han convertido en una pesadilla tan terrible para China como lo son para Estados Unidos, los dos países se enfrentan a la imperiosa necesidad de coordinar su política económica. Como principal acreedor de Estados Unidos, China tiene un grado de apalancamiento económico sin precedentes en la experiencia estadounidense. Al mismo tiempo, en ambos bandos se da una ambivalente combinación de búsqueda de un radio más amplio de decisión independiente.
Varias maniobras chinas reflejan esta tendencia. Las autoridades chinas se sienten más libres que antes para ofrecer consejo público y privado. China ha empezado a desarrollar su comercio con India, Rusia y Brasil utilizando las respectivas divisas de estos países. La propuesta del gobernador del Banco Central chino de crear gradualmente una divisa de reserva alternativa es otro ejemplo que viene al caso. Muchos economistas estadounidenses restan importancia a esta idea. Pero sale a colación en tantos foros, y China ha demostrado tantas veces su extraordinaria paciencia a la hora de llevar a cabo sus proyectos, que deberíamos tomarla en serio. Para evitar que nos deslicemos poco a poco hacia políticas enfrentadas, es necesario reforzar la influencia china en el proceso de toma de decisiones.
La idea convencional sobre un nuevo orden económico mundial crea otra necesidad imperiosa de coordinar las medidas económicas de largo alcance. Según esta idea, la economía mundial recobrará su vitalidad en cuanto China consuma más y Estados Unidos, menos. Pero cuando ambos países empiecen a seguir esa receta, el marco político se verá inevitablemente alterado. Un Estados Unidos que consuma menos reducirá sus importaciones a China. A medida que las exportaciones chinas a Estados Unidos disminuyan y China empiece a centrar su economía en consumir más y en aumentar su gasto en infraestructura, surgirá un orden económico diferente. Conforme vaya cambiando su modelo comercial, China dependerá menos del mercado estadounidense, y su influencia política se verá aumentada porque los países vecinos dependerán cada vez más de los mercados chinos.
Definir conjuntamente el futuro a largo plazo no será fácil. Históricamente, China y Estados Unidos han sido potencias hegemónicas capaces de establecer sus programas políticos de forma básicamente unilateral. No están acostumbrados a que unas alianzas estrechas o los procesos de consulta restrinjan su libertad de acción sobre la base de la igualdad. En las ocasiones en que han formado parte de alianzas, han tendido a dar por hecho que el manto del liderazgo les pertenece y han hecho gala de un grado de dominio que resulta inconcebible en la nueva asociación sinoestadounidense.
Para que esta iniciativa funcione, los líderes estadounidenses deben resistirse al espejismo de una política de contención inspirada en las reglas del juego de la Guerra Fría y China debe guardarse de seguir una política encaminada a reducir los presuntos planes hegemónicos de Estados Unidos y de la tentación de crear un bloque asiático para ese fin. Al final, el enfrentamiento extenuará a ambas sociedades en detrimento del bienestar mundial, del mismo modo en que la Primera Guerra Mundial extenuó a Europa. Problemas que únicamente pueden abordarse desde una base mundial, como la energía, el medio ambiente, la proliferación nuclear y el cambio climático, requerirán una visión común del futuro.
En el otro extremo, hay quien sostiene que Estados Unidos y China deberían constituir un G-2. Sin embargo, un hipotético organismo regulador mundial constituido por chinos y estadounidenses no beneficia a ninguna de las dos naciones ni al mundo. Los países que se sientan excluidos podrían caer en un nacionalismo rígido justo en el momento en que lo que se precisa es una perspectiva universal."
© 2009 Tribune media services, INC

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