El porqué de este blog.

Con mi algo de experiencia profesional en comercio internacional y algo más en el uso de la información que se hace en este campo, quiero recoger en este blog aquellas opiniones, argumentaciones o diagnósticos que nos aporten más conocimiento en materia de IEI.
Y continuar así mi recorrido por la Inteligencia Económica que empecé allá por 1996, en París.

Estoy convencida de que la Inteligencia Económica Internacional es una potente herramienta para reforzar la competitividad de las empresas españolas, de los profesionales y de los expertos públicos o privados en el campo del comercio internacional.

Espero compartir opiniones, debates y propuestas, siempre con un enfoque abierto a los escenarios globales.
Y no sólo en este blog: espero también en ASEPIC, Asociación Española para la Promoción de la Inteligencia Competiva, de la que soy socio individual (www.asepic.com.es).

Inés Robredo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Economía sostenible - F. Férnandez (Abc, diciembre 2009)

Fuente: Abc,
http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20091204&idn=1132339073568


"FERNÁNDO FERNÁNDEZ

LA economía sostenible por fin existe; ya tenemos una definición en el artículo 2 del anteproyecto presentado. Léanlo, por favor, porque no tiene desperdicio. No se les ocurrirá nada mejor para sus hijos estas Navidades. La economía estudiaba «la asignación de recursos escasos entre fines alternativos». En la era Zapatero los recursos no son escasos, ni los fines alternativos, si hay suficiente voluntad política. No esperaba menos de un presidente que ha demostrado una especial habilidad para decir una cosa y la contraria sin inmutarse. Pero los nuevos paradigmas en economía suelen caer con fuerza inusitada y alto coste social. Recordemos el que dominaba el mundo económico antes de la crisis. El ciclo ha muerto, la revolución de las nuevas tecnologías promete incrementos continuos de productividad y China nos asegura que la inflación está dominada. Su aceptación acrítica e interesada está en la raíz de la crisis, en la ola de euforia que nos llevó al borde del abismo.

Esta vez a mí no me pillan. No creo en la economía sostenible. No me lo creo porque como proyecto de futuro me parece poco ambicioso y porque como política económica nos conduce al intervencionismo y al estancamiento. ¿De qué estamos hablando realmente cuando quitamos el envoltorio glamuroso y desnudamos al santo de la sostenibilidad? Pues simplemente del mantenimiento de los derechos adquiridos, de dirigismo económico y social, de la renuncia expresa al crecimiento económico, de la conformidad con el estado de las cosas. Todo ello disfrazado de un manto de modernidad que ambiciona sustituir a las religiones como guía moral de la sociedad. Y que como el cristianismo en la Edad Media, y algunas otras religiones todavía hoy, se ejerce desde el poder coactivo del Estado.

Este debe de ser el único país del mundo que habla de cambiar el modelo productivo. En los que yo conozco y admiro se habla de competitividad, de productividad, de cómo posicionarse en un mundo multipolar donde las viejas potencias europeas se arriesgan a ser especies en extinción. Sostener la economía, lo que por cierto ha sido la respuesta oficial desde el inicio de la crisis y nos ha conducido a una tasa de paro del 19,3 por ciento y un déficit público que superará el 10 por ciento el PIB, no es suficiente. No basta con asistir a los excluidos, sino que hay que generar posibilidades de inclusión social y económica. Y eso exige cambiar los precios relativos del capital y del trabajo. Por eso tienen razón la CEOE y las Cámaras de Comercio cuando piden bajar las cuotas de la Seguridad Social y los impuestos a las empresas. Por eso no tiene razón el presidente cuando insiste en que no tocará ni un pelo de los derechos de los trabajadores. Hasta que sean todos calvos y parados. Hacer una reforma laboral en serio, no jugar con los términos para engañar a la opinión pública, exige enfrentarse a sindicatos y patronal. Y eso no lo va a hacer un presidente que todavía hoy cree que había encontrado la cuadratura del círculo con el Estatuto de Cataluña si no fuera por la cerrazón jurídica del Constitucional y el antipatriotismo de los populares. Con la economía le pasa lo mismo, cree que todo es posible a la vez, que como el dinero público no es de nadie es ilimitado.
El Gobierno ha movido ficha. Ha cambiado el discurso. Ha pasado del inmovilismo a la sostenibilidad. No es suficiente, pero no es lo mismo. Y la oposición no puede ignorarlo. En su verborrea inagotable, el presidente ha hablado de todo y lo ha escrito en esa ley interminable que no hubiera sido posible sin Google. Compete a la oposición popular tomarle la palabra, poner los pies en el suelo y presentar reformas concretas a consensuar con otros partidos. Nunca he entendido por qué el PSOE puede gobernar con partidos republicanos e independistas y el PP no puede pactar un programa de recuperación económica con CiU y PNV sin resignarse a dos años más de ocurrencias y estancamiento económico."

Economía sostenible

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